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Leyendas de Nuestra Tierra
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EL GUAGUA NEGRO 

El guagua negro se asoma cada noche de luna en el paso del Nudo de Boliche y lo hace a toda persona que tiene mal corazón. Hay varias versiones acerca de esta leyenda. Su paso es obligado para todo viajero que quiere llegar a Tulcán. La jornada se inicia en el antiguo pueblo de Orejuela, hoy llamado Julio Andrade y tomando la cuesta de " Culebras ", llegaban a la posada que llamaban " Piedra Plancha " o del " Pumamaque".

 Los caminantes apresuraban su paso para ascender o descender, pues temían a la noche y con ella los asaltos, el frío excesivo y sobre todo el " guagua negro ", el cual aparecía intempestivamente sobre cualquier roca, con un poncho pequeñito, unos calzones sumamente grandes, alpargatas y en su diestra un "perrero " o fuete de arriero, con el cual espantaba a los viajeros, pero no a todos, sino a quienes demostraban mala conducta o mal corazón. Sin embargo, el susto era mayúsculo y todos invocaban a la Virgen de las Lajas al llegar a tan singular paraje.

Juan Domingo Tatamués, mozo fornido y revolucionario de cepa, había nacido en algún lugar cercano a Tulcán y tuvo la suerte de acompañar a su padre en una noche de fuerte invierno hasta Ipiales, lugar desde donde debía acompañar a Don Juan Montalvo en un viaje a Tulcán. En ese corto recorrido escuchó con fervor las instrucciones y lecciones del insigne batallador ambateño. Desde aquel día cambio la cinta del sombrero trabajada por su madre por una roja de gran proporción, símbolo indiscutible de su convicción política.

En uno de los tantos viajes que solía realizar al interior del país debido a su condición de arriero, conoció en Paja Blanca a María Líes, hija décima de Francisco Líes, el cual, por amor a la religión, había tenido tres mujeres las cuales le dieron doce hijos. Se rasgaron muchas vestiduras. Parecía que de un momento a otro el cielo vomitaría fuego. En fin, los dos amantes en una noche de luna por medio chaquiñán cubierto de cerotes mortiños y arrayanes huyeron despavoridos ante la porfiada ignominia del mundo.

Cuentan que en la casa posada esa noche descansaron. Allí engendraron un niño a la sombra de pumamaque y el arrullo de los montes. Noches más tarde, un guagua negro, con sombrero de lana adornado con cinta roja, poncho pequeñito, calzones anchos, alpargatas ceñidas con lanas azules de gran tamaño y en su diestra un fuete de arriero castigaba a quienes aparentaban un gran corazón pero que sus acciones eran negras, negras como las sombras que cubren las cimas del Boliche.

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EL TORO DEL ROSAL 

Cuentan que por los años de 1940, en la ciudad de Tulcán, a pretexto de una ola de frió y de cierta holgura económica por la baja del peso colombiano, habían aumentado escandalosamente en número de bares, cantinas, discotecas y otros lugares más destinados a la diversión mal sana, por lo mismo se estaba fomentando el vicio de la corrupción de nuestra sociedad.

 

De la hacienda el Rosal se había extraviado uno de los mejores toros, de color barroso, de sólida grande y filuda cornamenta, por lo que su propietario ofrecía una magnífica recompensa.

Mientras tanto, se dice que en la ciudad de Tulcán apareció un toro de las mismas características del animal perdido que corría las calles de la ciudad, luego de las doce de la noche, completamente enfurecido, bufando y votando espuma por el hocico, y por lo tanto envestía a cuantos encontraba a su paso que regularmente, después de las reuniones de diversión y haber injerido abundante aguardiente se iniciaban los escándalos que terminaban en destrucción del local y a continuación salían a las calles y proseguían con peleas y como resultado: muertos y heridos.

En estas circunstancias y cuando las riñas tomaban cuerpo, aparecía el toro del rosal que, con su furia salvaje, arremetía a los viciosos trasnochadores, debiendo ser internados en el hospital para ser curadas sus graves heridas.

El toro del Rosal continuó rondando la ciudad por mucho tiempo, habiendo logrado la tranquilidad y la paz ciudadana.

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LAS VOLADORAS

Sintieron ese ruido? –Pregunté a mi señora y a mis hijos, a eso de las doce de la noche.
- Sí, -contestó mi esposa. ¿Qué será? 
- Parece que algo cayó encima de la casa.
Hace muchos años, las casas de esta población eran cubiertas de paja y sin tumbados. Este tipo de cubierta permitía escuchar el más leve ruido.

La curiosidad fue tanta que me decidí a salir para ver lo que ocurría. Me levanté de la cama, me puse el poncho, abrí la puerta y cautelosamente salí al patio.

Los perros ladraban aterrados de espanto. La noche estaba iluminada por la luna. Alcé la vista por la cubierta de la casa y, ¡Oh sorpresa! Era una VOLADORA. Pero, tan pronto se percató de mi presencia, dio un salto y voló…

Llevaba en sus manos una escoba; su largo cabello suelto se agitaba en el viento; sus almidonadas enaguas blancas formaban una larga cola. Traté de acostarme en cruz sobre la tierra para lograr que caiga la voladora, pero cuando traté de hacerlo fue tarde. La voladora desapareció de mi vista.

- Ha sido una voladora - dije a mi mujer cuando entré a casa sin poder articular bien mis palabras por la nerviosidad que se apoderó de mí.

Juan, mi hijo mayor, dijo: A cada rato vienen las voladoras.

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LA LAVANDERA DEL RIO BOBO 

Tuvo su origen hace muchísimos años en la ciudad de Tulcán, tratándose de una mujer que acostumbraba a lavar la ropa en el río Bobo y lo hacía frecuentemente a partir de las cuatro de la mañana, tenía un lugar señalado, donde se encontraba una piedra grande, al pié del río.

 

Cierta madrugada, mientras lavaba la ropa se le presento un personaje conocido parado en la mitad del puente vestido completamente de negro y llamó insistentemente a la mujer, esta se acercó a él con temor, ya que eran horas de la madrugada; pensó que podría reconocerlo, pero sucedió que el forastero le solicito comedidamente que le vendara los ojos con una venda que la tenía en las manos, ella atendiendo tal suplica lo hizo y ante su asombro el extraño personaje se lanzo del puente y cayó de cabeza, exactamente sobre la piedra en la que ella solía lavar la ropa.
El cuerpo del extraño se esfumo en el agua y desapareció sin dejar rastro, como tampoco fue encontrado su cadáver por más que fue buscado y nadie dio razón de él. Mientras tanto, la lavandera del rio Bobo, luego de tal espectáculo, entro en depresión nerviosa y después de algunos días murió ante el asombro de quienes conocieron este suceso.

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DANZA DE LOS DUENDES

Los duendes son unos hombrecitos que se paran en una piedra y bailan sombrero en mano haciendo un ruido insoportable; todo caminante que escuche danzar a los duendes deben encomendar su alma a dios y pasar rapidísimo antes de que lo en duende…

Las versiones acerca de estos personajes son muchas, dicen que estos seres viven en las quebradas, particularmente en aquellas cuyas aguas se precipitan en tono de cascada, esos lugares son favoritos de los duendes que visten estrafalariamente y usan sombreros enormes y calzan en ocasiones alpargatas y en otra zapatos como los de payasos de circo; su indumentaria está de acuerdo con los días de la semana, pero generalmente usan colores vivos, las horas preferidas para sus reuniones son el medio día y las seis de la tarde.

Hacia el sur oriental de la provincia del Carchi, existe un lugar conocido como Duendes el que ha sido temido desde hace mucho tiempo, por allí pasa la carretera orlen tal que fue cincelada por el indómito coraje Carchense, abriéndose paso por entre verdaderos farallones para lograr una ruta que comunique a los pueblos con el resto del país.

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